El 5 de julio de 2011, el entonces timonel del Partido Socialista, diputado Osvaldo Andrade, sentenciaba en los medios que “Chile no se merece un Presidente con este nivel de aprobación”. En ese entonces, el Presidente era Sebastián Piñera, y la aprobación, un 35%. "Le quiero hacer un llamado al gobierno, y particularmente a la Alianza por Chile, a que se hagan cargo de este problema. No es bueno para Chile. Chile no merece un gobierno que sistemáticamente, en todas las mediciones, sigue bajando en aquellos aspectos que son centrales para cualquier República: la credibilidad y la confianza del Presidente", decía Andrade.

Hoy, el país tiene otra inquilina en La Moneda, Michelle Bachelet, y su aprobación apenas supera el 15%. Cabe, por tanto, hacerse la misma pregunta y una serie más que apuntan a la capacidad de gestión y a la legitimidad política de las decisiones que se toman.

Es cierto que las encuestas no son más que una foto, pero también es cierto (y ningún politólogo lo puede desconocer) que la Opinión Pública Encuestada constituye un reflejo de la sensación nacional, del mismo modo que las manifestaciones callejeras. Si a éstas últimas se les presta singular atención en la definición de las políticas públicas (por ejemplo, en cuanto a medidas para mejorar el sistema de pensiones), ¿por qué no a los resultados de las encuestas?

Si las encuestas manifiestan sin lugar a dudas el rechazo de la mayoría del país a las reformas estructurales, al gabinete, a la gestión general, ¿por qué este empecinamiento en continuar un camino que incluso varios presidentes de los partidos de la Nueva Mayoría han considerado errado? Hasta el ex Presidente Ricardo Lagos fue enfático en señalar que se trata de una crisis institucional, esto es, una en la que la legitimidad de las instituciones está en cuestión y cuando eso pasa, la confianza nacional se resquebraja, se cierran los caminos de solución.

Ante este panorama, una solución inmediata es que el gobierno encabezado por la Presidenta Bachelet, escuche al país real, manifestado en las redes sociales, en los medios de comunicación, en la Opinión Pública Encuestada. Las políticas públicas no pueden ser resultado de la iluminación ideológica sino de un proceso responsable orientado a dar solución a los problemas con dimensión pública. Y dado el bajo respaldo ciudadano, esto es urgente.