La última entrevista al vocero de Gobierno, Marcelo Díaz, sacó a relucir la visión antielitaria de la Nueva Mayoría. El análisis de José Joaquín Brunner en su último libro es el contrapunto de esa visión.

Marcelo Díaz, vocero de gobierno: “El que no entienda que el país quiere seguir avanzando en el camino de las transformaciones, no va a ser Presidente de Chile... el desafío de quienes gobernamos es encausar ese anhelo a través de políticas públicas... La reforma es el instrumento a través del cual se canalizan esas transformaciones. Debiera ser parte de una reflexión de las élites, que debiesen empezar a tener más empatía con el país real. Y digo esto a propósito de todos estos diagnósticos que hablan de que Chile se cae a pedazos. Lo que se cayó a pedazos son las viejas ideas de las élites.

¿Está aludiendo a los recientes dichos de Andrónico Luksic?

De él y otros más: tienen un diagnóstico que no da cuenta del país real. La perplejidad de las élites les hace añorar un país que no existe, y no mirar la potencia social y ciudadana que se ha despertado como consecuencia de los avances de este último cuarto de siglo”.

José Joaquín Brunner cuestiona esta insistencia de la Nueva Mayoría de no reconocerse parte de una élite. Dice, en ese escenario, “dónde se ubica (entonces) el estrato directivo de la NM, sus ministros, funcionarios superiores, parlamentarios, technopols y la alta burocracia que controla los partidos (‘oligarquías’ partidistas, escribió el sociólogo alemán Robert Michels a comienzos del siglo XX)? ¿Integra la élite política o es una contra élite o una élite alternativa? Y quienes gruesamente comparten su ideología progresista socialdemócrata/socialcristiana y ocupan posiciones de influencia en la academia, la tecnoburocracia, la cultura, ¿no se hallan conectados a sus miembros a través de sutiles relaciones y redes, solidaridades y complicidades, con miembros de la élite económica y de la élite del status social? Y por estos conceptos, ¿acaso no tendrían por necesidad que ser parte de aquella entidad que la propia NM evoca críticamente como clase dirigente, dominante o gobernante?... ¡Sin duda así es! Lo cual muestra la confusión que existe en el seno de la NM. Lo cual proviene de tres errores...

Primero, el error de creer que las élites y clases sociales son una misma categoría... En efecto, ¿qué clase social llega al poder con la NM? ¿La clase obrera acaso?...

Segundo, el error de pensar que las élites se fusionan en un único bloque. Tercero, el error de concebir la historia de una manera unívoca y simplista.

De hecho, ¿qué es la NM en sus estratos superiores, con sus redes y relaciones expandiéndose hacia todos lados –desde la vicepresidencia del mayor banco del país hasta las oficinas de la CUT, desde los salones de La Moneda hasta los salones de la alta burguesía- sino una parte vital de nuestra élite política y también de las élites de otros campos, como el de los negocios, el académico, el mundo mediático, el de la cultura y la sociedad de los apellidos?”