El peligro de una carrera de “Trumps” es el contenido: para lograr más visibilidad en un bosque de alternativas, cada uno podría caer en la trampa de generar discursos políticos más agresivos y confrontacionales, como su modelo norteamericano; llenarse de propuestas y soluciones fáciles y populistas; enfrentarse a muerte con los poderes políticos existentes hasta el punto de desecharlos, aun cuando los han de necesitar más tarde; aplastar sectores ciudadanos para apoyarse en otros, fomentando la odiosidad y la desigualdad.

Tras la irrupción del candidato republicano a la Presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, como un fenómeno político-mediático, a algunos personajes de la política nacional parece haberles gustado el estilo: personaje formalmente outsider, que venía de los negocios, polémico, con un estilo comunicativo agresivo y polémico, que apela al sentido común del más común de los ciudadanos, el blanco empobrecido que constituye la mayoría del país.

Trump entró a la carrera presidencial como una alternativa con pocas esperanzas, casi como un nombre más para llenar la papeleta, frente a nombres con trayectoria como Jeb Bush, Ted Cruz y el gobernador de New Jersey, Chris Christie. A poco andar, la sobreexplotación del chauvinismo y seudo nacionalismo se constituyó en un paraguas que parecía proteger a una población que se siente, por una parte, debilitada frente a las amenazas externas (terrorismo, inmigración) y a la clase política tradicional que no ha sido capaz de ofrecer cambios sustanciales a su forma de vida (más allá del Obamacare).

Chile parece tener un escenario parecido, que podría prometer un caldo de cultivo para un “Trump” criollo: hay una extraordinaria desconfianza en el establishment político y una gran inseguridad social. Y frente a un futuro incierto hay dos alternativas: una, acudir a los rostros conocidos que den algún grado de certeza, lo que explica el posicionamiento de los ex Presidentes Lagos y Piñera. Esta opción, sin embargo, se ve debilitada tras el segundo mandato de la Presidenta Bachelet, lleno de desaciertos y falta de liderazgo.

La segunda alternativa es dar un salto al vacío, proclamar un acto de fe ante algún personaje que no forme parte (al menos formalmente) de la clase política tradicional, ante lo cual los outsiders se pelean un puesto en la papeleta. La irrupción de nombres externos y otros que se desmarcan de los partidos ha sido múltiple en los últimos meses: desde la insistencia de Marco Enríquez-Ominami y Andrés Velasco, pasando por las intenciones satélites de Tomás Jocelyn-Holt y Alfredo Sfeir, hasta los descolgados de la derecha como Manuel José Ossandón y Juan Antonio Kast.

El peligro de una carrera de “Trumps” es el contenido: para lograr más visibilidad en un bosque de alternativas, cada uno podría caer en la trampa de generar discursos políticos más agresivos y confrontacionales, como su modelo norteamericano; llenarse de propuestas y soluciones fáciles y populistas; enfrentarse a muerte con los poderes políticos existentes hasta el punto de desecharlos, aun cuando los han de necesitar más tarde; aplastar sectores ciudadanos para apoyarse en otros, fomentando la odiosidad y la desigualdad.

La mayor cantidad de alternativas en este sentido no es un fenómeno político positivo, y la emulación del candidato estadounidense lo es menos. El panorama futuro puede ser confuso y riesgoso para los votantes. 

La declaración de los tenistas marca un hito que remece conciencias y que nos dice que todos los deportes son la Roja, y que el sentir nacional debe apoyarse mejor.

No es la primera vez que reclaman, pero es la primera en que lo hacen todos juntos. La declaración que firmó todo el equipo chileno de Copa Davis alegando por la infraestructura de que disponen para competir y, en general, por el manejo del financiamiento que sufren los deportistas es un clamor que crece.

Por doquier, el deporte alza la voz, indignado por los escándalos de la ANFP y la extraordinaria desigualdad en la distribución y el apoyo de cualquier disciplina en comparación con el fútbol profesional. Incluso en este ámbito ya los menos favorecidos han alzado su voz y desarrollado un paro que mantuvo en vilo el campeonato nacional.

La declaración de los tenistas marca un hito que remece conciencias y que nos dice que todos los deportes son la Roja, y que el sentir nacional debe apoyarse mejor.

"Se acabó la Copa Davis, el momento más lindo del año para los jugadores que representan a Chile ya que todos nos unimos como país y apoyamos a nuestros deportistas que lo dejan todo por nuestra bandera. Es la competencia que tantas alegrías le ha dado a nuestra nación a lo largo de la historia. Son muchos los jugadores emblemáticos que nos han representado en Copa Davis, como Ayala, Fillol, Cornejo, Rebolledo, Gildemeister, Silberstein, Ríos, Massú, González y muchos otros. Ahora el equipo lo compone un grupo de jóvenes que no para de dar sorpresas. El tenis es el deporte más exitoso en la historia de Chile, con dos medallas de oro olímpicas y un número uno del mundo.

Por todas estas razones ya no podemos seguir haciéndonos los ciegos con la situación actual del tenis chileno. En la última Copa Davis se vivió lo más denigrante que un jugador de tenis profesional puede vivir. No solo por el hecho de ofrecerle una cancha impresentable a nuestros rivales (una vez más) y sentirnos avergonzados al no tener ni siquiera una cancha decente donde jugar la Copa Davis, si no que además nos hemos sentido pasados a llevar y olvidados en el rincón de los recuerdos.

Desde hace más de 25 años que venimos pasando vergüenza en el circuito internacional, donde todos los jugadores y oficiales se burlan por el mal estado de las canchas en Chile. Año tras año tenemos que dar explicaciones y tratar de no quedar mal, esperando que la próxima Copa Davis sí nos escuchen y hagan una cancha decente. No pedimos algo espectacular, sólo algo digno y acorde a la competencia. Durante demasiado tiempo hemos pedido públicamente que mejoren el Court Central del Estadio Nacional y que hagan un estadio a nivel del mar. ¿Es mucho pedir para el deporte más exitoso de Chile?

Cuando Massú y González sacaron medallas olímpicas fueron recibidos en La Moneda por el Presidente de la República. Todo fue alegría y promesas, pero eso no se tradujo en nada productivo para el tenis. No se invirtió en la actividad. Cuando Marcelo Ríos fue número 1 del mundo pasó lo mismo, todos los personajes importantes se subieron al carro de la victoria pero nadie aportó. Al parecer siempre esperamos el milagro de que algún jugador nos pueda llevar a la gloria con los esfuerzos económicos de su familia, pero nunca nos preocupamos por el desarrollo de la actividad. Quizá se debe a que eso no da más votos, ni popularidad inmediata. Todo lo que implique resultados a largo plazo se desecha.

Llegó el momento en que el Gobierno, la Federación de Tenis y el Ministerio del Deporte le devuelvan al tenis todo lo que este deporte le ha dado al país. Es imprescindible que el tengamos un estadio a nivel del mar para acoger una Copa Davis de primer nivel, y que el Estadio Nacional cumpla con los estándares correspondientes. Por respeto, no podemos dejar que nuestros jugadores sigan siendo el hazmerreír de Sudamérica y mostrando al mundo que somos unos mediocres. Además, con una mejora en nuestra infraestructura podemos seguir con el plan de masificación del tenis que tanto se necesita y que cada día más jóvenes de todos los estratos sociales puedan jugar tenis y competir.

Es el momento único en que todos los jugadores estamos unidos en una causa común: sacar al tenis del hoyo en el que está. Somos jugadores y ex tenistas con una meta en común, llevar al tenis chileno a la elite mundial. En nuestro país hay mucho potencial, tenemos jugadores con mucha garra y dispuestos a sacrificarse, pero eso tiene que ir de la mano con la ayuda del Estado. Estamos dispuestos a poner de nuestra parte. ¿Nos ayudarán ustedes?"